El Mediterráneo en Palavas (1854)

El Mediterráneo en Palavas (1854)

jueves, 19 de diciembre de 2013

No es personal

Suena Frank Sinatra en este bar de El Carmel, y tú estás lejos. Al otro lado de la mesa. Nos conocemos apenas, y sé que cualquier cosa que diga que siento por ti no son más que deseos propios que quiero que me dejes vivir contigo. Como comprar un billete de avión a París ahora mismo y quedar en una hora en la Torre Eiffel y gastarnos todo el dinero que tengamos en la cuenta hasta el final del año. Y lo digo en serio.

Quiero que me agarres fuerte, como un poseso, hasta hacerme daño, para que me duela la piel y me sienta tan viva que dejen de importarme tantas tonterías. Quiero tener un orgasmo de veinte segundos que me desconecte el cerebro para siempre y mientras tanto tú me sujetes del culo y me muerdas la boca hasta hacerme sangre. Y hablando de sangre, quiero que me la drenes toda y de un bofetón me arranques todos los insoportables y recurrentes pensamientos que no me dejan estar tranquila. Quiero arrancarte la piel a lengüetazos y chuparte hasta la cera de los oídos. Quiero volverme estúpidamente loca. Demente. Quiero que me encierren. Quiero, aunque estas frases sean tóxicas, egóicas y posesivas, que me las digas todas: no puedo vivir sin ti, si desapareces me muero, qué haré si te marchas. Quiero comerte la cabeza en una bañera con velitas y espuma. Que me saques a bailar lentas y no parar hasta que se nos doblen las rodillas. Quiero que te vuelvas estúpidamente loco. Demente. Quiero que te encierren. Que no me dejes en paz, que seas un pesado, un romántico de los que exageran. Quiero que me hagas el amor continuamente. que nos encerremos en la habitación de un hotel durante una semana sin comida y sin ducharnos. Quiero olerte hasta que se me deshaga la nariz y tatuarme tus ojos para pillarte mirándome siempre que quiera.

Por favor, méteme mano debajo de la mesa, rómpeme las bragas y cómetelas si te apetece. Arráncame el corazón y márcale tus dientes. Átame las muñecas a tus tobillos y en una pirueta tápame la boca hasta que deje de respirar. Devuélveme el aliento con tu lengua entre mis piernas. Y ya de una vez por todas, tira de un manotazo la mesa que nos separa y lánzate sobre mí en plancha.

Rompámonos la crisma, por favor.

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