El Mediterráneo en Palavas (1854)

El Mediterráneo en Palavas (1854)

jueves, 27 de junio de 2013

Por una noche

Silencio. Tu respuesta es el silencio. Y en el silencio la inmensidad de las posibilidades. Pero no es eso lo que duele. El dolor viene de la extrañeza.

¿Qué hicimos? Algo se rompió dentro de mí. Y no es malo que algo se rompa, al contrario. Pero asusta. Me confunde la sorpresa de mí misma. De pronto, actuar como nunca antes me lo habría permitido. Y eso es bueno, tiene que ser bueno. Rompo mis estructuras, porque algo más fuerte, más grande, se impone. ¿Y tú? ¿Qué te pasó a ti? Eso no importa. Qué fue para ti no cambia nada de lo que yo he roto en mí.

Un pálpito en el corazón. Una canción. Muchas canciones. Otras tantísimas miradas. Y tú. Y yo. Los dos. Una noche unidos. Unidos. Unidos en lo carnal... Y en ese otro lado... También. Una despedida absurda. Una pregunta. Y el silencio.

No me importa parecer enamorada. Porque sí, esa noche te amé. Y me propuse amarte. Así lo sentí y lo decidí. Porque quizás fuese la única. Y te amé. Besé y mojé todo tu cuerpo. Me entregué a ti. Entera no. Me reservo un lugar, el más sagrado, en el que desaparezco. Porque no quiero desaparecer, si tú no desapareces conmigo. Porque entonces lo más bello se vuelve lo más burdo, porque entonces ya no somos ángeles encarnados, sino cuerpos deseosos de un placer mundano. Que no está mal, pero... ¿Y si nos elevamos? ¿Si elevamos la carne hasta el cielo? ¿Si la llenamos de ese sentido incomprensible? ¡Ah! Yo no puedo llegar a ese lugar sin el otro. Sí puedo sola bailando, cantando, riendo... Pero no haciéndote el amor. Porque unir dos cuerpos en lo sagrado es cosa de dos.

No me perdí. No he perdido nada. Soy toda abundancia. Y sí, te amé. ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Por miedo a tu silencio? ¿Y quién hubiese perdido sino yo misma?

Silencio. Indiferencia. De pronto no existo... Para ti. Para mí no he dejado de existir, ¿cómo si no? Existo a cada instante aunque tú no me veas. ¡Qué extraño! Me doy, te das. Cada uno hasta donde quiere, hasta donde puede. ¿Qué se de ti?... Nada. Y sin embargo, la unión se da. Y duele, duele no honrarnos. Honrar nuestros cuerpos sudorosos, nuestro sexo palpitante y jugoso, nuestra voz desgarrada, nuestra piel caliente, nuestro pelo mojado. Yo no puedo honrarlos por ti, pero mi parte sí la hago. Bendigo tu cuerpo y hasta tu indiferencia. Bendigo tu silencio. Lo que hay detrás, hoy por hoy, no es cosa mía. Hoy por hoy, es cosa mía mirarme y a pesar de no entender, reconocerme. Un impulso consciente hacia la rotura de unos límites extraños, no construidos por mí. Mi cuerpo tuyo, tu cuerpo mío. Por una noche. Por la eternidad.

Sí, me reservé una parte, la más sagrada. Protegerme, pues ¿cómo dar a quien no quiere recibir? Pero yo recibí mis propios besos en tu cuerpo, mi gemir era un canto a mí misma. Las caricias que rozaron tu piel, no eran sino el suave tacto de mis manos sobre mi propia alma. Te acaricio, alma mía, a través del otro, te toco para comprender.